Tiempo
- Lola R
- 15 jul
- 3 Min. de lectura

En el tiempo y en la vida es todo tan relativo.
Creo que desde siempre viví pendiente al plan, al futuro, a lo que faltaba. Estoy segura que muchas veces se me olvidó vivir ese ahora que pasó porque estaba pensando en el mañana.
La presión de tener siempre una meta, un fin, un propósito nos convierte en máquinas que manufacturan lo que se tiene que cumplir. Lo que se tiene que lograr. La presión de hacer, de tener, de crear. En ese proceso se nos olvida sentir, vivir, el ahora. Y la realidad es que para muchos no hay de otra. La realidad del pobre. Mantenerse en marcha. Esa presión de hacer y construir no viene de la nada. Viene de la necesidad de tener que trabajar para sobrevivir y tener.
Hay una frase bastante conocida que dice: “Life is what happens to you while you’re busy making other plans”…y en eso se resume la vida. Planificamos para tener un mañana mientras el hoy se nos escapa. Se va y no regresa. ¿Y qué pasa si el mañana no llega? ¿En qué queda todo? ¿En nada? ¿En esfuerzo?
Hace unos días mi terapista me preguntó cuál era mi próxima meta… La pregunta fue como un golpe bajo porque no me la esperaba. Tampoco yo había pensado en eso. “Doctor... creo que no tenga ninguna ahora mismo. No había pensado en eso.”
Y es cierto. La última meta que tuve por meses fue mejorarme y estar bien, tratar de no morirme. Cuando mejoré y llegué al anhelado “bien”, olvidé que tenía que buscar (o construir) una nueva meta. Una nueva razón para vivir. Para mejorar.
“No sé qué meta perseguir ahora, Doctor. Este mundo no me da esperanzas.” Eso era lo que le quería contestar al Doctor pero no quise asustarlo. Así que estuve de acuerdo con él en buscar algo en lo que yo crea y trabajar pa’ eso.
¿El doctorado? ¿Juris Doctor? ¿Un nuevo hobby? ¿Escribir un libro? ¿Arrojarme a lo que me da miedo? No sé. Todavía no sé qué quiero hacer.
¿Qué tan malo es no tener una meta a largo plazo en la que trabajar y sencillamente ir viviendo día a día, disfrutándolo lo mejor posible…? Tratando de sentirme y ser mejor. No quiero vivir con prisa otra vez. Nunca más. Pero tampoco quiero sentir, entonces, que dejé el tiempo pasar sin hacer algo sustantivo. ¿Por qué todo tiene que ser complicado cuando se busca la simplicidad?
Hablando con mi amigo Rafael, me dice: “Esas metas a largo plazo que tenía no eran para mí, eran algo más social. Están en la hornilla de atrás, si se dan qué chévere, sino que se joda porque soy feliz”.
Y sí, así debe ser. Ser feliz como prioridad.

Digo que el tiempo y la vida son relativos porque es todo tan diferente para todos. Lo que tenemos, lo que buscamos, lo que queremos; cómo lo trabajamos. Yo necesito inmediatez en todo y a la vez he aprendido a esperar y a disfrutar en la espera. No ha sido fácil pero lo voy consiguiendo. Pero no deja de ser diferente a lo que el mundo busca.
Siempre soy radical en mis consejos: cásate, divórciate, hazlo, múdate, renuncia, di lo que sientes. Hay que hacer lo que uno quiere porque no sabemos si mañana vamos a estar aquí. La vida es corta y muy frágil para vivirla en amargura. En la incertidumbre.
Por eso lleno los silencios con respuestas para pasar la página y continuar. Porque las respuestas que no llegan sí llegan. Sólo que lo hacen de otra manera. Hay, también, que saber respetar otros silencios y otros tiempos. Todos estamos en la búsqueda y en el proceso.
Mientras, en la espera, continúo el camino sin prisa. En el gozo y en el disfrute. Porque todo pasa y todo llega.






