Nunca le dije tío
- Lola R
- 13 jun
- 3 Min. de lectura

Nunca le dije Tío, tampoco era su sobrina. Pero sé con certeza que yo no sólo era su sobrina de corazón, también era su sobrina favorita. Tuta, como le decíamos a nuestro tío Roberto, era realmente el tío de mis primos; y mío por adherencia. De la misma forma en la que sus padres eran mis abuelos… y también yo era su favorita.
Siempre digo que mi niñez fue mágica… y parte de esa magia se la debo a Tuta. De su mano aprendí a nadar, a disfrutar de las playas y de los ríos en tranquilidad, a comer jamón de cocinar como si fuera popcorn, a preguntarlo todo y a explorar el campo y la naturaleza sin miedo; en paz y en pausa. Viviendo sin prisa.
Los sábados por la mañana me llevaba al videoclub del campo (Video Hobby) a alquilar las películas de los Snorks y las veía todas conmigo. Todas. O nos llevaba, a mis primos y a mí, a alguna excursión a bordo de la “güincha” jalda abajo en el campo.
Me velaba mientras yo “nadaba” en la piscina, jugaba conmigo a la escuelita y contestaba mis “exámenes”… Dejaba que yo lo siguiera por la casa haciéndole preguntas y hablando; porque yo nunca me callaba… A él no le molestaba. Yo era su sidekick. Él me contestaba las preguntas con paciencia, me explicaba y complacía en lo que yo pidiera.
Una vez, el novio de una de sus hijas, quería hablar con él en privado y en serio, y yo ahí sentada en su falda escuchando… No recuerdo de qué hablaron pero sí recuerdo que me permitía estar siempre.
Disfrutaba pacientemente de los conciertos y talent shows que hacía con mis primas… Velaba a Suzy, su perrita, para que no me ladrara y me trataba como a una más de la familia. Nunca hubo diferencia. Tanto así que me cuesta decir que no era mi tío. Porque sí lo fue.
Tuta no era mi tío de sangre pero lo fue en demostración, presencia y cariño. Hace casi un año partió inesperadamente de este mundo y su ausencia la sentimos latente. Su partida unió a la familia solamente como una partida así puede hacer.

A veces, se me salen las lágrimas pensando en él y en todo lo que nos faltó hacer con la familia…. Escribo esto y lo puedo ver en pantalones cortos y sin camisa caminando junto a la pared de piedras de la casa; allá en el campo de Trujillo.
De él aprendí que no necesitamos ser familia de sangre para amar, acoger, cuidar y ser parte de alguien. Ser parte de su formación y de su vida. Lo comprendí muy tarde… y me aflige saber que nunca le pude agradecer todo el cariño, el amor, el tiempo y la atención que me dio.
Pronto nos reuniremos en el campo a recordar su vida. A contar las mil historias que tenemos de él, sobre él o con él. A reírnos (y, tal vez a llorar un poco) con los cuentos y los chistes de su vida… y a crear nuevos recuerdos en los que él se sienta presente.
Ojalá todos tengan a un tío Tuta como lo tuve yo. Ojalá, también, todos podamos ser ese tío o tía que tantos niños necesitan.
Espero que, en la eternidad, sepa que lo seguimos amando como siempre y que lo extrañamos como el primer día… y que yo le estaré eternamente agradecida por todo lo que me dio.
Con todo mi amor,
Lory

PD: Nunca me dejó nadar en la caja de agua.





