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It only takes 13 days...


It only takes 13 days…

Ese fue el hashtag de la boda, pero el significado va mucho más allá. Yo soy una romántica perdida. De esas que de jovencita leía novelas Harlequin y hasta las intercambiaba con la mamá de un amigo. Y pues sí, creo en el amor, en el matrimonio y en el compromiso. Por eso esta boda era tan importante y significativa. No solo porque un gran amigo se casaba sino porque lo hacía con el amor de su vida. Su alma gemela. Una de esas uniones que te recuerdan que el amor existe y que es maravilloso.


Recuerdo aquel mensaje en el que Brian me decía que había conocido a alguien y que pues… era el que es. De eso pasarían meses hasta que yo lo pudiera conocer…y la verdad es que me moría por conocerlo. Saber cómo era, cómo lo miraba, cómo le hablaba. Si lo amaba de la manera en la que se merecía ser amado y es que, como amiga al fin, siempre quiero lo mejor para los míos.


No me cansaba de escuchar las historias de sus vivencias, lo que hacían, los planes. Hasta que un día llego la foto: se habían comprometido. Josh, el ahora fiancé de mi amigo Brian, había planificado el compromiso más especial para pedirle se uniera definitivamente con él. Ahora, si ya era necesario que yo lo conociera. Así que en verano me monté en un avión hasta Las Vegas para conocer, por fin, a mi nuevo amigo.



Les cuento que estaba hasta nerviosa, me preguntaba que qué pasaría si me daba esa mala vibra que le siento a alguna gente… Estaba en estrés. Pero nada que ver. Josh es una chulería en pote, como decimos en Puerto Rico. La pieza que faltaba en el rompecabeza.


En medio de aquel verano caluroso en Las Vegas, Josh me recibió con un cálido cariño como si nos conociéramos de toda la vida. Estaba segura de que sí era el indicado y que todos los miedos o dudas que pude haber tenido se podían evaporar. Josh no solo era el indicado para Brian, también era el indicado para sus amigos y su familia. Su complemento.


Durante el fin de semana nos dedicamos a conocernos, a compartir, a hacer planes y a crear los cimientos de una amistad. Nos unimos a través de una cena maravillosa en un restaurante italiano, conversando over drinks en un bar de Las Vegas, almorzando comida puertorriqueña y tomándonos una foto que se convirtió en el statement de la amistad: un selfie en la piscina.


Cuando era ya tiempo de regresar había una cosa que era definitiva, Josh y yo ya éramos amigos y estamos felices por lo que traería el futuro: La boda. El futuro. El comienzo de la mejor de las historias. Estaba feliz por ellos, pero también feliz porque iba a ser testigo de la mejor demostración de amor.




Después de meses de espera el momento había llegado. Ya era hora de salir hasta Punta Cana, República Dominicana para el gran evento del año. Amigos de ambos viajarían de Estados Unidos y Puerto Rico para ser testigos de la unión y celebrar hasta el amanecer. Y cuando les digo que iban a celebrar hasta el amanecer no estoy exagerando. Eso era un hecho.


Los amigos, familiares e invitados llegarían poco a poco antes de la ceremonia. El plan era sencillo: horas en la playa, drinks bajo el sol tropical y disfrutando de la piscina. Viviendo. Creando memorias y solidificando los lazos que nos unen.


El ambiente y paisaje caribeño no podía haber hecho mejor anfitrión. Desde el primer día el sol salió en pleno esplendor e iluminó nuestros días de la mejor manera. El cielo vistió sus mejores atardeceres y la noche nos regaló un mar de estrellas. El cielo dominicano nos sirvió de techo y fue testigo del amor y la fuerza de la amistad.



La ceremonia fue esplendida. Elegante y honesta. Cargada de amor. Llena de lágrimas. Lágrimas de felicidad, orgullo y emoción. La emoción de ser testigo de la más honesta y desprendida manera de amar, abrir el corazón y atreverte a crear un nuevo camino. Gracias por permitirnos vivir lo que es el amor puro y real.


Sé que ese fin de semana quedará grabado en mi mente y la mente de todos los que allí estuvimos. Recordaremos haber bailado Despacito a medio noche, la madrugada en la que hablamos de bambi… y la carne de alce. Los cocos fríos en la playa, y los que no logramos tomarnos uno. El sancocho con arroz a mediodía. Los shots. Los millones de shots que nos tomamos. Todas las fotos. Toda la alegría.


Gracias Brian y Josh por permitirme ser parte de su momento. Gracias a los amigos y familia por haber creado una hermandad cargada de amor y por supuesto, a mi combo de Trujillo...




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