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Hablando con el viento

  • Foto del escritor: Lola R
    Lola R
  • hace 5 días
  • 2 Min. de lectura

Yo no sé si es obstinación o como me dice mi amiga Kathia: síntoma de hija única, pero cuán difícil es tener paciencia y esperar en el proceso o los procesos. Yo necesito saber cuándo, dónde, cómo, a qué hora y por qué. AHORA. No es fácil ser una ariana impulsiva en un mundo donde mucha gente transita en pausa. En pausa. Respiro. Yo necesito inmediatez en todo y con todo. 


Llevo meses leyendo recetas para hacer un bizcocho. Las leo porque esa receta en específico requiere ciertas destrezas que yo, como repostera aficionada, no poseo. Leo las recetas, escribo lo que pienso que me resultará positivo, los ingredientes, hago un mini calendario para dividir las tareas del cake... Verifico el clima y la humedad y los ingredientes y otra vez, me da el no sé qué de hacerla ahora mismo; bien sabiendo que no se puede. Plenamente consciente que va a salir mal y que no puedo apresurarme.


Hablo, digo, y comparto lo que quiero y lo que pienso sabiendo que no es el momento y que debo esperar. Eso me ha traído más complicaciones que resultados positivos. Lo único bueno de eso es que mis amigos saben la que hay siempre, al momento. A otros, los espanta. A little too much. Mucha intensidad. Aprender a esperar ha sido un largo proceso. No ha sido fácil pero me ha permitido encontrar disfrute en la espera, en el juego, en la intención. A retirarme sin sentir que pierdo. A dar espacio.


Por eso he recurrido, en los últimos años, a la escritura. A este blog que fue idea de un amigo porque en aquel entonces yo vivía otra vida con otras vidas y no se parecía en nada a esta que ahora habito. Una pandemia, una enfermedad y una mudanza después, he tenido que ir delineando mi yo otra vez. En ese proceso, la escritura ha sido la única constante.


El desahogo y la comunicación. Escribir me relaja porque aunque nadie lo lea, lo tiro al universo y lo saco de mí. Escribí una carta y ya va por mil doscientas veintiséis palabras. No sé si el destinatario algún día la reciba o la lea pero me refugié por un momento en las palabras que me saben sostener, siempre. Mejor rendirse a la escritura que caer al impulso de una llamada o un mensaje, verdad? Por eso digo que, a veces, hablo con el viento porque siempre nos escucha. 

 

Aceptar o entender que en el silencio o los silencios hay sanación. Lo que no se dice, aparentemente, también sana. Que existen diferentes tipos de silencio y que algunos son más fuertes que otros. Que todo pasa y que, tal vez un día, todo se entienda. Hoy no es ese día, tal vez tampoco mañana pero me consuela saber que lo que sentimos siempre permanece en las palabras.


Mientras, sigo escribiendo e intentando recetas y compartiendo lo que veo y lo que siento; con ustedes, el viento y el universo.


Drop Me a Line, Let Me Know What You Think

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