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Estar


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Ayer una amiga me hablaba de la importancia y el concepto de estar. Solamente estar. En el espacio. En el momento. En el tiempo. En todo. Estar.


También me decía que ella entendía -por mi facultad de ser ariana- lo difícil que a veces se me hacía a mí no reaccionar. No hablar, comentar. Decir. Hacer. Moverme. Lo que dificulta el proceso de estar y sentir.


La importancia de aprender a ser como la flor de loto: estar puro, en serenidad. Estar en paz. Habitar en ella. Sostenernos en las adversidades sin perder la fortaleza del alma. 


Continuamos hablando  y le comento que en los últimos meses eso era lo que había estado, precisamente, aplicando y buscando. Dedicándome a observar. A sentir. A la pausa.


Y es que yo tengo un problema con la inmediatez. La necesito tanto como respirar. Me gusta todo al momento: hacer, buscar, decir, reaccionar, accionar. Moverme. 

No sé si es mi naturaleza impulsiva lo que me lleva a buscar y a hacer (y querer hacer) todo al momento. Decir lo que siento. Lo que pienso.  Defender. Actuar. 


Y siento (y sé) que la vida a lo largo de los años me ha tratado de enseñar a que esté en pausa. Que a veces esperar es necesario. Que estar, esperar y ser paciente es vital. Es saludable.  Aunque lo entiendo, muchas veces, me cuesta.


Los caminos por los que me ha llevado la vida en los últimos dos años me ha obligado a tomar pausas. A observar más. A tener más cautela. No decir lo que quiero. No hacer lo que quiero. A esperar. A respirar.


La necesidad de hacer, decir, reaccionar, defender, argumentar siempre trae cierta calentura porque muchas veces se confunde con conflicto. Careo. Pero no. No siempre lo es. Reacciono a lo lindo, a lo trágico, a lo solitario, a lo injusto. Reacciono al dolor, a la incertidumbre. Reacciono a la vida.


Atravesar por una delicada situación de salud hace que las perspectivas cambien y que lo que antes importaba, ahora pasa a un segundo plano. Que el ahora es lo que importa porque en cualquier momento todo puede cambiar. Que lo que pensábamos era importante realmente no lo es. 


Aprendemos a apreciar lo que se tiene, lo que se es, lo que se deja. 


Lamento haberlo aprendido tarde y, sobretodo, de la forma en la que lo aprendí. Pero de la misma manera lucho todos los días para no olvidarlo. Para  no volver a caer en la trampa de la prisa, la urgencia y la necesidad de la inmediatez. 


Trato de aplicarlo con todo y con todos. A veces es porque las personas no saben cómo. No tienen las herramientas, el tiempo, la misma prisa. No tienen la misma necesidad.


He ido aprendiendo que en la espera hay paz, hay aprendizaje. Que en la espera hay ganancias. Que en la espera habrá recompensa. 


De la misma manera en la que hay cambios que nos cambian la vida para bien y para mejor. Apreciar la espera y la pausa, la calma y el silencio, nos trae victorias que no sabíamos que necesitábamos. Que tal vez nunca imaginamos querer. 


En un mundo en el que el caos es constante, aprender a estar y estar en calma es indispensable. Y mientras sigo aprendiendo de la vida y la paz y la calma, tengo que aceptar que como dice la canción: yo ya le cogí el gustito a la espera.


La recompensa será mejor; siempre.

 
 

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