Benito
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Benito


A estas alturas del juego, escribir algo sobre Benito puede caer en el vacío de todo lo que se ha dicho. Sea bueno o malo, se ha escrito muchísimo sobre él y su música. Sobre su nombre, su concepto y sus ideas.


Yo siempre he visto a ese muchacho como a un primito que, aunque no entiendo mucho, lo quiero y lo apoyo. Pero ahora es como el primito de todos y vamos entendiéndolo cada vez más. 


No se consume lo que no te gusta. Así soy yo. Si un cantante no me gusta, por la razón que sea, no lo consumo. No lo escucho, no lo sigo. No estoy pendiente a lo que hace. A lo que dice. A lo que se pone. Por eso nunca he entendido el hate a Bad Bunny y a todo lo que hace, por parte de aquellos que “no lo siguen”…


 ¿Cómo sabes tanto de alguien y de lo que hace si lo odias? ¿Ustedes no se lo habían comido en fricasé? Estoy perdida… 


Admiración con rabia me dijo una persona y no, eso no existe aquí. En el caso de Bad Bunny y la atención de los haters es eso. Un odio desmedido porque él representa todo lo que ellos no serán: un chamaco orgulloso de su país, que no se ha arrodillado frente a los gringos. Ellos no saben lo que es el concepto de tener dignidad. Estoy segura que ese nivel de obsesión, odio y desprecio debe ser registrado en el próximo DSM-5 porque es digno de estudio. 


Así que, el chamaco, bueno el Sr. Martínez Ocasio le ha dado cátedra de lo que es ser un patriota y tener al mundo a sus pies sin necesidad de vender a su país. Sus ideales. Sus sueños. Su identidad y su idioma. 


Cuando vivía en Estados Unidos, la gente me pedía que les tradujera las canciones de Bad Bunny… Honey, it doesn't work like that. You’re not gonna get it. Por más que yo trataba de explicar siempre había algo que faltaba en la conexión: ser de aquí. 


En el verano del 18, tarde en la noche  caminando por San Francisco con un grupo de amigos puertorriqueños…  nos pasó un carro por el lado con música de Bad Bunny.


Nos miramos y fue como que: ¡Bad Bunny! Comenzamos a bailar en medio de la acera porque qué nos íbamos a imaginar escucharlo en aquellos lares a esas horas de la noche. 


Más adelante, en el verano del 2019 iba a estar en un festival en España. Yo me rajé a mitad de fila porque estaba recién operada del pie y a esta edad las filas se respetan... Mi compañero de viaje se quedó y se lo gozó. Ver a la gente con camisetas de Bad Bunny y con la bandera de Puerto Rico en un rincón de España me llenó de emoción. Me perdí el concierto pero no el orgullo.


Una vez, en el pier de Hoboken, escucho a lo lejos “Estamos Bien”. Yo quedé fría, ¿Música de Bad Bunny en Hoboken? Pues sí. Ese día había un 5k y el DJ tuvo música de Bad Bunny todo el día. 


Ese año, 2019, lo vi dos veces en concierto. El primero fue en abril en el Madison Square Garden. Fui con una de mis mejores amigas y creo que no sabíamos ni teníamos idea  de lo que íbamos a presenciar. La energía en mil. Todo el mundo cantando, bailando y gozando, sendo party. 


Luego, en diciembre, lo volví a ver pero en el Barclays en Brooklyn. Esa vez fui con un combo de latinos del trabajo. Afuera del Barclays estaba vendiendo orejas de conejo que se prendían. Las mías eran rositas y yo estaba lucía. Medio mundo con sus orejitas de conejo o las famosas gafas del look de  X 100pre. La pasamos cbrn. El muchacho sabe cómo prenderla. 

En la estación del tren se podía sentir el vibe post-concert. Una energía que se vive una vez. De esas veces que tienes que estar allí para entenderlo.  


Aunque en los dos conciertos Bad Bunny cumplió y sobrepasó mis expectativas, de igual manera, su éxito me ha sorprendido como a todos. Pero al contrario que a muchos a mí me llena de orgullo. De alegría. Saber que los sueños sí se cumplen me da esperanzas. Que los sueños de los nuestros se cumplen, mucho más. 


Una de las cosas que no entiendo es el empeño de culpar al muchacho por todo lo que pasa en este país. No sé cómo eso les encaja en la mente. ¿Qué  culpa tiene Bad Bunny que te pongan un micrófono en la cara, te hagan tres preguntas de la historia del país y no sepas qué decir? Él no ha sido parte de ningún gobierno. No ha sido responsable del desmantelamiento de la educación pública. Tampoco es su culpa que los padres no eduquen a sus hijos de los temas culturales, sociales, políticos y de interés que se viven fuera de la escuela.


Nadie está obligado a gustarle su música (ni la música de nadie)  pero tienen que admitir que ha hecho lo que nadie hizo. Siento que sólo (en mi experiencia de vida) lo puedo comparar con aquella vez en el 1999  cuando Ricky Martin cantó la canción del Mundial en los Grammy Awards.  O cuando hizo el concert en el Bithorn y apareció encima del convertible rojo. Eso fue apoteósico. Uno de mis mejores conciertos.


Pues eso es lo que está haciendo el muchacho, solo que todos los días.  En español. Con la bandera y el sapo concho al lado. Poniendo a Puerto Rico y su cultura y su gente y su sazón en el mundo; con un tono de orgullo, historia y positivismo. 


Pero para algunos nunca será suficiente porque es él, porque viene de él y por miles de excusas más sin sentido y sin razón. Simplemente porque el fanatismo ciego no les permite ver, admirar, respetar y celebrar sus logros. 


Yo tengo boletos para su concierto y aún así siento FOMO con cada video que veo de su concierto. Trato de ver poco pero es que es casi imposible. Cada video que veo me gusta más. Me emociono más y me alegro más por él. A veces pienso en lo que deben sentir sus familiares, sus padres. 


Orgullo, temor, alegría. Las oraciones constantes para que nada le pase. Benito ha construido su lugar en la historia del país, en la del mundo y en la música. 


Ojalá ese muchacho pueda cumplir cada uno de sus sueños. Incluso aquellos que aún no ha soñado. Que todos los muchachitos de esta isla puedan hacerlo. En español y aquí. 




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